Dulce maíz – Noticias Última Hora de Guatemala

2022-10-09 16:04:32 By : Ms. Lucky Chen

Su sabor es suave y dulce, aunque se pierde después de la recolección.

El maíz es originario de América. Cultivo y base importante en la alimentación precolombina y lo sigue siendo hasta la fecha en países como Guatemala, donde se consumen tortillas en todos los tiempos de comida y diariamente. Fue introducido en Europa en el siglo XVI, se caracteriza por ser tierno y lechoso. Consta de una cáscara exterior, un endospermo blando y un endospermo duro. Su sabor es suave y dulce, aunque se pierde  después de la recolección. Al momento de seleccionar las mazorcas, prefiera las que muestran granos firmes y jugosos, con sus barbas oscuras y húmedas al tacto.

¿Cómo preparar los elotes? Elimine las barbas de la mazorca, prepare cocido o asado, sirva con sal y limón  o con mantequilla: simplemente, es delicioso. Los granos se emplean para decorar ensaladas, sopa o como un ingrediente más en el arroz, entre muchas posibilidades en la cocina. Los elotes recolectados tiernos o minimaíz o elotitos, cortados en una fase temprana, se pueden adquirir frescos, congelados o principalmente en conserva. Van bien en ensaladas o salteadas como cualquier vegetal. Su sabor es diferente al del elote, son apreciadas en la cocina tailandesa o china. Otra manera de consumir el maíz es en forma de poporopo, que resulta al calentar los granos de maíz; estos se estallan y muestran su centro. Son ideales como refacción, por ser nutritivos. Siempre cuide el nivel de sal y la cantidad de mantequilla que se les adicione. También, está la harina de maíz seco, que se elabora después de la molienda de cualquier cereal; en este caso, el maíz se transforma en salvado grueso, sémola y, al estar más fino, en harina en polvo. 

El tipo de harina se utiliza según el uso que se le vaya a dar en la cocina como para hacer las tortillas que acompañan las comidas o como ingrediente básico de los tacos, tostadas o en tiras fritas para decorar ensaladas o sopas como la tradicional sopa de tortilla  o, por ejemplo, como espesante para algunos recados. Del maíz tostado y molido resulta la harina de pinol, que sirve para preparar atoles o el recado que se conoce como pinol, por ser esta harina el ingrediente empleado como un espesante para darle la consistencia y textura deseada al recado preparado con carne o pollo y una salsa de tomate, cebolla, chile pimiento y culantro. Asimismo, la polenta, elaborada con sémola de maíz, se sirve con mantequilla, queso parmesano o salsa de tomate encima.

La masa se deja enfriar y se sofríe en aceite hasta que esté crujiente como si fuera croqueta o simplemente asada a la parrilla. También las hojas de las mazorcas de maíz se emplean para envolver tamales como los tamalitos de elote o los chuchitos, y les aportan un sabor particular. El valor nutricional del maíz es importante: es una buena fuente de carbohidratos, proporciona diversos minerales como potasio, magnesio y fósforo.  Recuerde que es el único cereal que contiene vitamina A. Los granos y las mazorcas de maíz aportan cantidades útiles de fibra. De manera que disfrute de incluir el maíz en la dieta.

La plataforma que detecta las capacidades que requieren las empresas

Estuardo Paganini Socio Deloitte Legal [email protected] [email protected]

Las sostenibilidad es un concepto que desde hace algún tiempo las empresas han incluido en sus planes de trabajo, objetivos estratégicos y metas, tanto a mediano como a largo plazo, como consecuencia de una sociedad que se preocupa y exige mayor responsabilidad a las empresas para adquirir sus productos, generar impacto positivo entre sus partes interesadas tanto internas como externas, así como ser responsables en el consumo de fuentes de materia prima, incluyendo los proveedores que utilicen.

En algunas ocasiones se puede cuestionar el alcance del concepto de sostenibilidad, debiendo entenderse como todas aquellas conductas y acciones que contribuyen a desarrollar un impacto positivo y responsable en términos ambientales, sociales y económicos.

Los asuntos no financieros asociados a la sostenibilidad que pueden generar riesgos operativos o de reputación se consideran los temas ASG (ambientales, sociales y de gobernanza).

Los asuntos no financieros asociados a la sostenibilidad que pueden generar riesgos operativos se consideran los temas ASG.

Dentro de los temas de ASG se pueden considerar: a) Ambientales: están relacionadas con el cuidado y conservación del entorno natural y medioambiente, siendo importante que cada empresa pueda evaluar si cumple con la normativa ambiental local-nacional y requerimientos internacionales mínimos.

b) Sociales: este aspecto se relaciona con la gestión de las compañías hacia su ambiente interno-externo y que puedan verse afectadas por la actividad que realizan, área que está íntimamente ligada a los aspectos laborales, ya que influyen las condiciones de trabajo, la erradicación del trabajo infantil, diversidad, igualdad laboral, seguridad industrial, salud y seguridad ocupacional, que hace necesario que cada compañía tenga implementadas políticas y lineamientos enfocados en los aspectos antes descritos.

c) Gobierno corporativo: relacionado con la gestión y liderazgo de las compañías, donde convergen factores relacionados con la retribución de sus ejecutivos, ética empresarial, transparencia fiscal y su estructura de gobierno, siendo importante implementar códigos de ética, protocolos familiares, pactos de accionistas, entre otros.

Para nosotros, en Deloitte Legal, la sostenibilidad es una prioridad estratégica y contamos con un equipo que puede apoyarlo en el tema.

Eduardo Castillo Revista Nuestro Tiempo

Las más recientes crisis globales (tanto la guerra en Ucrania como la pandemia) han puesto el foco sobre las dos caras de la moneda de los derechos de propiedad industrial e intelectual. Por un lado, su importancia para garantizar la innovación y, en definitiva, el desarrollo tecnológico y cultural de la sociedad.

Por el otro, el peaje de los derechos de exclusiva que otorgan a sus titulares y su alcance comercial cuando tienen por objeto tecnologías disruptivas.

En el ámbito sanitario, la gestión de la emergencia a raíz del Covid-19 ha elevado el número de críticos con la industria farmacéutica. Algunas voces se cuestionan la conveniencia de que vacunas y medicamentos estén cubiertos por derechos de patente, e incluso atribuyen a estas compañías la creación deliberada de alarmas como estrategia para incrementar sus ventas.

El coste de desarrollo de un medicamento, teniendo en cuenta las anteriores circunstancias, se calcula en torno a los 2500 millones de euros.

Ahora bien, si hay un sector donde los derechos de exclusiva (en este caso, los derechos de patentes) juegan un papel clave para el progreso científico, ese es el farmacéutico.

Sin esa recompensa que brinda el ordenamiento jurídico (la patente) por divulgar la invención y ponerla al servicio de la comunidad, resultaría imposible asumir los multimillonarios gastos que genera el descubrimiento de fármacos y vacunas, incluidos los que se quedan en el camino, que son muchos más de los que finalmente alcanzan el mercado.

El coste de desarrollo de un medicamento, teniendo en cuenta las anteriores circunstancias, se calcula en torno a los 2500 millones de euros.

La solución al acceso a los medicamentos y a las vacunas no radica, como también se ha sugerido, en suspender los derechos de patente en situaciones como las que hemos vivido. Porque el marco legal (y no solo el español) dispone de herramientas para garantizarlo sin necesidad de expropiar o vaciar de contenido los derechos del titular, aunque parezca lo más fácil y hasta aplaudido, si el discurso de partida no es el adecuado.

Por ejemplo, relacionado con las vacunas, si el titular de la patente no produce la cantidad necesaria, se le puede imponer la concesión de licencias obligatorias a favor de terceros dispuestos a explotar la patente.

Este tipo de medidas suponen un instrumento eficaz para que determinados medicamentos lleguen a la población de territorios comercialmente olvidados a través de iniciativas públicas o de entidades benéficas.

Javier Gil Guerrero Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra

La sucesión de crisis geopolíticas de calado en los últimos años nos deja perplejos. Europa, acostumbrada desde 1945 a ser una isla de paz, libertad y prosperidad en el mundo, asiste atónita a una masiva transferencia de riqueza del Oeste al Este. Mientras tanto, sus fronteras se tornan cada vez más inseguras. Occidente contempla paralizado la agresividad de una China y Rusia revisionistas cada vez más seguras de su propio poder.

Todo esto no es más que un mundo que se agota para dar paso a otro que apenas podemos vislumbrar todavía. El éxito nunca es definitivo: los imperios y las hegemonías nacen con fecha de caducidad.

El Imperio Romano se prolongó durante casi un milenio (al menos, en lo concerniente a Bizancio) y los grandes imperios europeos de la edad moderna (español, francés e inglés) duraron más de un siglo cada uno. Sin embargo, los ‘imperios’ más recientes, como el soviético o el americano, apenas logran una hegemonía de unas décadas.

El occidental, y especialmente el europeo, requiere de una nueva educación.

El británico fue el último imperio europeo y con Estados Unidos termina una hegemonía occidental de 500 años. Por primera vez en la historia, se presenta la posibilidad de que la supremacía global no recaiga en Occidente sino en Asia.

Esto implica un mundo con nuevas reglas e intereses, no enraizados en los valores judeocristianos ni en el legado filosófico-jurídico grecorromano. Todavía no nos hacemos una idea de los cambios que esto conllevará.

Acostumbrados a dar por sentado que nuestro modo de ver el mundo y nuestras preocupaciones en torno al individuo, la mujer, la familia o la libertad sean los que imperen, estamos tardando en reaccionar y ajustarnos a la nueva situación.

El occidental, y especialmente el europeo, requiere de una nueva educación. Nos escandalizamos por un expansionismo territorial ruso y chino basado en su fuerza militar.

Nos desorientamos con las laberínticas guerras civiles e insurgencias de Oriente Próximo. Sin embargo, olvidamos que, en palabras de Élie Barnavi, nuestro Estado moderno fue creado “por y para la guerra”. Para los europeos nacidos tras la II Guerra Mundial, el carácter guerrero del Estado no es más que una ‘abstracción histórica’ o algo propio de series fantásticas de televisión.

Hemos desaprendido el arte de la guerra que hizo posible nuestra sociedad, despreciándolo como algo irracional. Sin embargo, tal y como apuntó Clausewitz, la guerra puede ser algo muy racional: un instrumento de la razón de Estado para ajustar equilibrios de poder a escala regional o global.

Putin o Xi Jinping no están movidos meramente por pasiones desenfrenadas o fundamentalismos ideológicos o religiosos: los movimientos de sus tropas obedecen, ante todo, a una fría voluntad de poder. Brutal e inmoral, pero racional.

Europa es ajena a todo esto. Las únicas guerras a las que nos hemos enfrentado en las últimas décadas han sido asimétricas, en que la disparidad tecnológica y de recursos era tal que podíamos llevarlas a cabo con un mínimo de bajas que apenas llamase la atención de la opinión pública.

A pesar de todo, nuestras expectativas eran tan irreales que la muerte de un soldado en un conflicto lo convertía en una catástrofe militar y en un evento nacional. Continuará…

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